Han sido tiempos de descubrimientos personales,de satisfacciones y decepciones, de logros y fracasos, en donde ambas experiencias se transforman en valiosas enseñanzas; pero sobre todo, han sido momentos de soledad.
Y esta soledad es espiritual, creo yo. Afortunadamente puedo decir que compañía me sobra. Ahí están mis amigos, quienes divertirme lo hacen con extrema facilidad, de quienes aprendo día con día, aunque ellos no se percaten en los absoluto; ahí está mi mamá, quien es la mejor compañía con la que cuento y contaré, siempre dispuesta a brindarme su apoyo; mi papá, a quien con sólo abrazarlo me hace sentir protegido; mi hermano, siempre despreocupado y saliéndose con la suya, compartiendo sus triunfos conmigo. Todos a mi lado, dispuestos a complacerme. Qué va, hasta chicas con las que podría divertirme un poco, y sacar la presión de una manera diferente.
Y sin embargo, aquí estoy. "Golpeo una pared, me estrello contra una puerta que no cede, y me escondo en el rincón donde teje sus redes la locura".
Y es que en esto nadie puede ayudarme. En esta etapa soy yo y yo. Es hora de valerse por uno mismo. La escuela terminó, y con ella ven su fin 18 años de preparación. La hora de la verdad se acerca. Me enfrento a mi más grande miedo; tan solo de mencionarlo se me eriza la piel. Ese miedo, mi más grande miedo, es no estar a la altura de mis propias expectativas.
Como se ve en los anuncios que ponen donde están haciendo alguna obra vial: "Las molestias son temporales, los beneficios, permanentes" Y si lo piensan un poco, tiene sentido. Yo también estoy construyendo nuevos caminos.