jueves, julio 29, 2010

Un día...

-La vida te madura, hijo. Un día despiertas renegando del sol, y al siguiente con sus caricias; un día la lluvia te pesa en los hombros y acentúa tu mísera suerte, al siguiente te refresca y con su fluir se lleva el mal humor que antes te caracterizaba; un día el sol se oculta y te lamentas de las cosas que no te permitió concluir, otro, se oculta y desearías que el espectáculo durara para siempre; Un día...

Sin concluir su historia, el abuelo se había quedado profundamente dormido. Sólo estábamos él y yo en la casa, y ahora, un silencio fortuito y penetrante me acechaba. El abuelo me había contado esa historia del sol y la lluvia una vez al mes durante casi los 11 años de mi existencia. Siempre veía con anhelo el momento en el que se quedara dormido para ir a jugar con sus pistolas que, según él, databan de la época de la revolución, lo que dudaba considerablemente ya que en la clase de historia la maestra Hilda nos acababa de hacer repetir 150 veces (sin trampas ni escaleritas) la fecha exacta de este acontecimiento así como su principal héroe, sucede que no recuerdo ahorita el nombre, pero la fecha si, y si bien el abuelo es canoso, bigotón, aburrido, dormilón y pelón; no creo que esté taaaaan viejo.

En fin, esta vez no jugué con sus pistolas, en cambio me quedé sentado pensando un poco en la historia que tan bien conocía. Me imaginé dormido en un cuarta blanco, muy blanco, en una cama más blanca. Una señorita parecida a la que alguna vez fue mi nana me trae el desayuno a la cama en una bandeja muy bonita y abre las cortinas (blancas). Aún dormido, una sonrisa se dibuja en mi cara y poco a poco abro los ojos gentilmente. Qué bonito era este pensamiento, sin embargo la realidad es un poco distinta... Todos los días mi mamá toca escandalosamente la puerta de mi habitación alegando lo tarde que es y abre las cortinas bruscamente, sí, pensaron bien, el desayuno no está en una bandeja, está en la cocina, y yo, malhumorado por lo sucedido, bajo a comer con cara de pocos amigos.

Ahora me veo saliendo de trabajar, con un bombín, un portafolios, y un traje muy elegante. Súbitamente el cielo se nubla y comienza a caer la tormenta. Una risa me invade, incontrolable, nunca antes sentida, y aviento al infinito mi portafolios y empiezo a correr sin rumbo... En la vida diaria, por lo regular, cuando llueve se me mojan las calcetas, mi papá me regaña, y me da fiebre.

¡Qué cosas! Nada en la historia del abuelo se había vuelto realidad, y su "un día" permanecía en el futuro. No obstante la historia que ayer me había aburrido, hoy me daba mucho en que pensar...

-¡Eso es algo! ¿no abuelo? -le digo sacudiéndole el hombro, olvidando que estaba dormido. Abre los ojos un poco mareado y dice que si, por inercia, volviéndolos a cerrar segundos después.



sábado, julio 17, 2010

Desaliñada memoria

El vehículo automotor tenía dos volantes. ¡Dos! Y pareciese ser como si así fueran todos, pues mi hermano muy entusiasmado entró al carro y me pidió (ordenó) que lo llevara a insurgentes. ¿A insurgentes? ¿A qué?

-¿Porqué tan lejos? ¿no prefieres el naucalli? -le dije con un aire de burla. No respondió, se veía absorto en sus pensamientos. Con la ventana abajo veía hacia el infinito como ignorando mi presencia. ¿Y en que podría estar pensando? No lo sé... verán, el y yo no hablamos con frecuencia, la ultima vez que sostuvimos una conversación formal (o que lo intentamos) fue hace unos 14 años cuando me confesó que ya no le eran más extrañas a su persona las maneras de las mujeres... Así me lo dijo, así que imagínense el grado de confianza.

A la mitad del camino comencé a pensar en la bivolantés del carro y en lo difícil que era controlarlo. Los carros aledaños procuraban no acercarse a mi ya que en más de una ocasión estuve a punto de estamparme contra la copetona señora del camionetón de adelante. Repentinamente recordé un chiste que había visto en la tele, hablaba un tipo desaliñado en un escenario desaliñado, de los pleonasmos desaliñados del mexicano (desaliñado, ¿qué es eso? : "Ay el mexicano y sus pleonasmos, que sube pa'rriba, que baja pa'bajo, que salte pa'fuera, que vieja babosa (carcajadas y risotadas de la audiencia, y mías y de mi papá). Solté una risa discreta reprimida instantáneamente, a la que mi hermano no reaccionó, así que me concentré de nuevo en maniobrar el extraño carro bivolante. Digo, si le hubiera contado el chiste, me arriesgaba a dos posibles reacciones (calma, no derivan en otras dos y otras dos y otras dos ........): La primera, que se riese y siguiera viendo al infinito, como si a una voz dentro de su cabeza se le hubiera ocurrido. La segunda, que empezara a hablar disgustado acerca de lo que el machismo ha provocado en la sociedad moderna, del posmodernista indiferente a todo, de la teoría de fulano y del idiota de mengano. Contemplando las posibilidades, preferí guardarme el chascarrillo.

Antes de llegar a insurgentes me sentí liberado al darme cuenta de que solo había sido otro sueño más. Afortunadamente tenía 14 años, mi hermano 15, y por supuesto no sabía manejar ya que no teníamos carro. No era necesario, no en nuestra tierra.

Un nuevo día me daba la bienvenida, ¡qué agradable estar de vuelta en Arumbaro! Bendita realidad.

viernes, julio 02, 2010

Viaje a la semilla.


"Pensaba en los misterios de la letra escrita; en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, testimonios, aclaraciones, apellidos, títulos, fechas, árboles y piedras; maraña de hilos sacada del tintero en que se enredan las piernas del hombre vedándole caminos desestimados por la ley, cordón al cuello que apretaba su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el hombre de carne se hacia hombre de papel" Viaje a la semilla, Alejo Carpentier.