-¿Porqué tan lejos? ¿no prefieres el naucalli? -le dije con un aire de burla. No respondió, se veía absorto en sus pensamientos. Con la ventana abajo veía hacia el infinito como ignorando mi presencia. ¿Y en que podría estar pensando? No lo sé... verán, el y yo no hablamos con frecuencia, la ultima vez que sostuvimos una conversación formal (o que lo intentamos) fue hace unos 14 años cuando me confesó que ya no le eran más extrañas a su persona las maneras de las mujeres... Así me lo dijo, así que imagínense el grado de confianza.
A la mitad del camino comencé a pensar en la bivolantés del carro y en lo difícil que era controlarlo. Los carros aledaños procuraban no acercarse a mi ya que en más de una ocasión estuve a punto de estamparme contra la copetona señora del camionetón de adelante. Repentinamente recordé un chiste que había visto en la tele, hablaba un tipo desaliñado en un escenario desaliñado, de los pleonasmos desaliñados del mexicano (desaliñado, ¿qué es eso? : "Ay el mexicano y sus pleonasmos, que sube pa'rriba, que baja pa'bajo, que salte pa'fuera, que vieja babosa (carcajadas y risotadas de la audiencia, y mías y de mi papá). Solté una risa discreta reprimida instantáneamente, a la que mi hermano no reaccionó, así que me concentré de nuevo en maniobrar el extraño carro bivolante. Digo, si le hubiera contado el chiste, me arriesgaba a dos posibles reacciones (calma, no derivan en otras dos y otras dos y otras dos ........): La primera, que se riese y siguiera viendo al infinito, como si a una voz dentro de su cabeza se le hubiera ocurrido. La segunda, que empezara a hablar disgustado acerca de lo que el machismo ha provocado en la sociedad moderna, del posmodernista indiferente a todo, de la teoría de fulano y del idiota de mengano. Contemplando las posibilidades, preferí guardarme el chascarrillo.
Antes de llegar a insurgentes me sentí liberado al darme cuenta de que solo había sido otro sueño más. Afortunadamente tenía 14 años, mi hermano 15, y por supuesto no sabía manejar ya que no teníamos carro. No era necesario, no en nuestra tierra.
Un nuevo día me daba la bienvenida, ¡qué agradable estar de vuelta en Arumbaro! Bendita realidad.
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