No cabe duda que nuestra madre es probablemente la persona más sabia que jamás conoceremos.
La mía, muchas cosas me ha dicho; y muchas me repito constantemente: Debo estar siempre por encima de las circunstancias; por encima de la presión. Ser superior a las circunstancias, sin nunca sentirme superior a nadie. Nunca negar quién soy, nunca reaccionar ante una provocación, porque de lo contrario estaría negando mi naturaleza. Que ayudar sin ser ayudado es la mejor remuneración a mi acción; solidarizarme con el que no lo merece, y con quien no lo espera. Que en momentos de furia, lo mejor que puedo hacer es observarme en tercera persona, para así descubrir las raíces de mi odio, y arrancarlas de mi corazón. Que el amor de los demás jamás debe ser superior al propio, que la paciencia es mi arma principal en este mundo de locos, y que la vida es una experiencia apreciable desde miles de ángulos y perspectivas; finalmente soy yo (tu) el que decide el enfoque; si de una derrota extraeré un fracaso, o una enseñanza; si en una desilusión veré el motivo o la negación; si en mis metas veré el obstáculo o la recompensa.
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