lunes, mayo 24, 2010

Mi pareja.

No quería creerlo, no podía ser posible, no lo comprendía... Confusión, tristeza, depresión. Había perdido a mi pareja.

Cuando llegué a esta conclusión tenía ya horas buscándola. Era un día normal, un domingo, y como lo hacíamos tradicionalmente (excepto ese domingo que no hubo luz) nos encontrábamos nadando felices, dando bruscos y mecánicos giros a los que ya nos habíamos acostumbrado, en la lavadora de la ropa blanca. Todo marchaba con regularidad hasta que la perdí de vista. Traté de conservar la calma... finalmente ¿a dónde podría haber ido? Pasaron los minutos, la llegada del jabón, el primer enjuague, el segundo, el tercero, y nada...

Traté de no pensar en ello, de no ser celoso y exagerado, y empecé a divagar .Para serles sincero esta situación de que no podamos nadar los blancos, negros y coloridos juntos siempre me ha parecido un poco discriminadora; siempre he tenido buenos amigos de color; no importa que sean diferentes a mi, que se pierdan en la noche y que engañen a la gente aparentando que están secos... finalmente son buenos tipos.

Salimos al tendedero y aún no la ubicaba. ¡Ni siquiera podía estirarme y gozar del sol secador tranquilamente! Me asomaba, me columpiaba para ampliar mi rango de visión, y nada que la veía. Buscaba entre todos los rostros ese de mi dulce amor, y todo parecía ser en vano.

¡No tienen idea de cómo amaba yo a mi pareja! Desde que la conocí en la fábrica supe que eramos el uno para el otro, ¡desde que era hilos sabía que mi destino era estar con ella! No... no comprenden mi dolor. Y aquí va lo peor.

Una vez en el sillón junto con toda la gente, me comenzaba a resignar sintiendo una tormentosa aflicción. Muchas preguntas rondaban mi mente, cuando unos pasos agitados subiendo la escalera me llenaron de ilusión. Tenía la esperanza de que fuera Marco, de que corriera emocionado hacia mi con mi amor colgando de su mano y me dijera "¡Para de llorar! alza el talón, la he encontrado" pero lo que vi fue espantoso...

Ella... se había convertido en un monstruo. Estaba irreconocible pero yo... yo sabía quien era.



miércoles, mayo 12, 2010

Era ella





DESPUÉS de un corto lapso de separación estaba ella, como si el tiempo no hubiera transcurrido, tocando a mi puerta. Con su cabello rizo, enmarañado y negro, o lacio, perfectamente bien peinado y con un tono castaño, suave y tierno. Sus ojos azules, a veces grises, cafés o incluso negros... sus labios curiosos que siempre me inspiraron ternura, labios ardientes que me provocaban; Sencilla y dócil; complicada y astuta. Siempre inteligente. Era ella, la misma... no me cabía la menor duda.

lunes, mayo 10, 2010

Poema 15


Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante,
y estás como quejándote, mariposa en arrullo,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio,
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

jueves, mayo 06, 2010

Der Knopf

Somnoliento y casi inconsciente Rodolfo comenzó a retorcerse dentro de la cama, después de cuatro intentos logró abrir los ojos y se sacudió bruscamente. Pronto se enderezó, aun sobre su cama, esperando el desayuno, para lo que simplemente presionó el botón. De la pared creció el comedor de Rodolfo, que pronto lo envolvió cómodamente. Al ver el desayuno lo reprobó con un gesto de asco, presionó el botón y su comida cambió de forma al mismo tiempo que su cara cambió el gesto de repulsión por una macabra sonrisa. Al terminar dejó caer su dedo gordo y grasoso sobre el botón, de manera que todo lo relacionado al desayuno súbitamente desapareció.

Procedió a vestirse, para esto, se paró en la banda al pie de su cama y apretó el botón. En un abrir y cerrar de ojos, ya estaba dentro de su armario. Presionó el botón una vez más, dejó caer sus párpados, y justo antes de que se quedase dormido hizo su armario el sonido característico que le indicaba que estaba vestido, seguido de su traslado al sillón de la sala, donde solía recuperar el aliento y revitalizarse durmiendo un rato más.

Dádose cuenta de que ya era tarde, corrió al baño a prepararse: metió la cabeza en la peinadora y apretó el botón, abrió la boca y presionó el botón una vez más. Rodolfo estaba cansado, así que apretó el botón de nuevo, lo que desplegó una cómoda repisa que sostenía su cabeza en caso de que el sueño lo venciera, con la función secundaria de sacudirla gentilmente en caso de que el sueño se prolongara.

Nuestro muchacho se encontraba ya menos dormido, así que decidió comenzar sus labores escolares. El hecho de ver a Inés, una chica que le fascinaba, lo motivaba a apresurar su aseo personal. Sin titubear decidió irse, oprimió el botón y se encontró en el sillón de la sala una vez más, donde se desplegó una enorme pantalla con una vista panorámica del salón de clases. Había llegado temprano.

Para su desgracia Inés solía conectarse a la escuela justo a la hora en que lo hacía la maestra, era una chica muy puntual, así que a Rodolfo no le quedó otra más que esperarla.

La clase transcurrió lentamente, se llevó Rodolfo un par de descargas eléctricas: la primera por presionar ilegalmente el botón, ya que tenía mucho antojo de un poco de chocolate. Ante esta situación, que la maestra observaba en sus monitores, decidió ella también presionar el botón para así llamarle la atención con esos dolorosos toques que todos detestaban. Posteriormente el sueño venció -solo por unos segundos- a Rodolfo, el procedimiento fue el mismo.. Si la maestra hubiera podido freír a Rodolfo, les aseguro que lo hubiera hecho... no era el un muy brillante muchacho y como podrán ver solía interrumpir constantemente las clases.

Las clases habían terminado, Rodolfo había estado pensando mucho en proponerle una cita a Inés. Era ella una muchacha encantadora, tenía las mejillas llenas de pecas y la tez blanca que contrastaba con su negro cabello, sus ojos azules y profundos que sobresalían en alta definición provocaban la temblorina involuntaria a la hora de teclear en Rodolfo; por lo que calculaba era más o menos de su estatura, más bien flaca y de silueta bien definida.

Aprovechando los escasos minutos que ocupaba la maestra en recojer sus cosas, le mandó a Inés un mensaje instantáneo -supuestamente reservados para emergencias- en el que le confesaba su deseo por hacer algo en su compañía. Rodolfo observaba cuidadosamente la reacción de Inés, que fue una tierna sonrisa que bien podía ser un "Ah, Rodolfo, pequeño ingenuo" o un "Rodolfo, qué caballero" ; las cosas iban bien, le respondió secamente que a ella también le gustaría, no dejando ver si lo decía por compromiso o desde el corazón. A Rodolfo se le iluminó la mirada y rápidamente le comentó su plan, en el mensaje escribió: "Conéctate a las 4:30, habrá un torneo de UNO, seguro que la pasarás bien".

El sueño de Rodolfo de estar con Inés estaba cada vez más cerca de verse realizado, disimulaba su emoción por respeto a su persona; estaba listo para ver la reacción en Inés, de pronto, la pantalla comenzó a tener irregularidades y saltos en el tiempo, la desesperación lo comenzó a invadir. "¡No! ¡Ahora no, por favor no!" gritaba desesperadamente, la pantalla se tornaba más y más borrosa a cada segundo, hasta que el mayor temor de Rodolfo se volvió realidad:

"Conexión interrumpida, consulte a su proveedor"





sábado, mayo 01, 2010

Aquí-Ahora

Vete, me gustaría no necesitarte.
Disfrutaría más cada instante del instante,
y así todo sería como el fondo sé que es... Eterno.

Preocupaciones... Tendría muchas menos.
Cosas por hacer, infinitas.
Cosas que debí haber hecho, no habrían.

Soñar a la luz de la noche,
tan pura y estrellada como siempre.
Abrir los ojos bajo el cielo carmesí, perpetuo.

Libre, de algo que nunca fue.
De algo no solo intangente... inexistente.
¿Lo ves? Yo tampoco. ¿Lo sientes? No.

Aquí y allá, estaríamos todos.
Haciendo todo sin dejar de hacer.
Sólo habría un momento, invariable.

Aquí, Ahora. Eterno.