domingo, marzo 20, 2011

Para Caronte.



Ella me miraba. De cerca. Estaba de pie, mirándome hacia abajo; y el sol difuminaba gentilmente su rostro. Su cabello destellaba al contacto con el astro mayor. Era inminente, supongo. La gente se harta de que la miren como si la conocieran; de que la miran como si la amasen.

Sus ojos rígidos no me quitaban la mirada de encima.

Dicen que todos llevamos nuestra biografía en la cara, cambia día con día, y sin embargo es exacta en todo momento. Esta no era la excepción.

Mi mirada logró por fin penetrar en la suya. La vi desnuda, a través de sus propios ojos, la vi nacer y envejecer. Y al final, mi mano abrazó una moneda en la suya. Para Caronte, le dije, una moneda para el barquero. Todo ocurrió en una fracción de segundo, y sus ojos fijos, permanecieron impasibles, hasta el final.

jueves, marzo 17, 2011

Mi pareja.

No quería creerlo, no podía ser posible, no lo comprendía... Confusión, tristeza, depresión. Había perdido a mi pareja.

Cuando llegué a esta conclusión tenía ya horas buscándola. Era un día normal, un domingo, y como lo hacíamos tradicionalmente (excepto ese domingo que no hubo luz) nos encontrábamos nadando felices, dando bruscos y mecánicos giros a los que ya nos habíamos acostumbrado, en la lavadora de la ropa blanca. Todo marchaba con regularidad hasta que la perdí de vista. Traté de conservar la calma... finalmente ¿a dónde podría haber ido? Pasaron los minutos, la llegada del jabón, el primer enjuague, el segundo, el tercero, y nada...

Traté de no pensar en ello, de no ser celoso y exagerado, y empecé a divagar .Para serles sincero esta situación de que no podamos nadar los blancos, negros y coloridos juntos siempre me ha parecido un poco discriminadora; siempre he tenido buenos amigos de color; no importa que sean diferentes a mi, que se pierdan en la noche y que engañen a la gente aparentando que están secos... finalmente son buenos tipos.

Salimos al tendedero y aún no la ubicaba. ¡Ni siquiera podía estirarme y gozar del sol secador tranquilamente! Me asomaba, me columpiaba para ampliar mi rango de visión, y nada que la veía. Buscaba entre todos los rostros ese de mi dulce amor, y todo parecía ser en vano.

¡No tienen idea de cómo amaba yo a mi pareja! Desde que la conocí en la fábrica supe que eramos el uno para el otro, ¡desde que era hilos sabía que mi destino era estar con ella! No... no comprenden mi dolor. Y aquí va lo peor.

Una vez en el sillón junto con toda la gente, me comenzaba a resignar sintiendo una tormentosa aflicción. Muchas preguntas rondaban mi mente, cuando unos pasos agitados subiendo la escalera me llenaron de ilusión. Tenía la esperanza de que fuera Marco, de que corriera emocionado hacia mi con mi amor colgando de su mano y me dijera "¡Para de llorar! alza el talón, la he encontrado" pero lo que vi fue espantoso...

Ella... se había convertido en un monstruo. Estaba irreconocible pero yo... yo sabía quien era.

sábado, marzo 12, 2011

Retirada.

Un eco infinito retumbaba en mis oídos. El tiempo perdía sentido, o quizá comenzaba a cobrarlo. En el obscuro y húmedo fango de la isla, mi rostro descansaba.

¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti, Alicia? -pregunté a aquella hermosa mujer de ojos azules, casi grises, que no me quitaba la mirada de encima; cuyo cuerpo envuelto en seda blanca me recordaba un sentimiento que solo sentí de niño. -¡Que apareces siempre en el momento indicado! Parece que me espías cariño, en verdad, argumenté entre ásperos tosidos, con esa sonrisa de media boca que tanto le gustaba.

La mujer quedó mirando fijamente el lugar en el que la lanceta del rifle me había castigado. Con una mirada serena, pasiva, y a la vez gélida. Negaba con la cabeza, una y otra vez. El hórrido estruendo de la guerra aparecía ante mis oídos como una dulce melodía, la melodía de la vida, detrás de la que siempre me había escondido.

-Ahora disfrutarás de tu tan preciada soledad más que nunca; es oscuro el lugar que te espera, dijo Alicia mientras un par de lágrimas en sincronía recorrían sus mejillas. -Mi alma está contigo desde hace años, sufriendo la heridas que tu has sufrido, sorteando los mismos obstáculos, y siguiendo el mismo camino; perseguimos la misma estrella, sin embargo, me doy cuenta que nuestros caminos, aquí, ahora, se bifurcan. Ya no me mires, que con tu alma, te llevas la mía.