viernes, enero 13, 2012

El costal.

Los cambios en mi vida continúan, y no parece que se detendrán en un futuro cercano. Erré mi carrera, mi futura profesión; o al menos eso creo al momento de escribir esto. Siempre cabe la posibilidad de que me esté jugando una mala broma, pero, como he aprendido, de eso me preocuparé en su debido momento. Y es que todo parece tener sentido cuando me visualizo como médico; investigando, o viendo pacientes... ¡me importa un carajo! A quién engaño, no me extrañaría que de cambiarme de carrera, ésta también me decepcionara. (Aunque lo escribo deseando de todo corazón que no sea así).

Estoy un poco harto de mí mismo. De ciertas actitudes que asumo, creyendo que conozco el origen de las mismas, y que esa es la clave para sobreponerme a ellas. Me desespera depender de la meditación para poder conservar la calma y la cordura, aunque la disfruto como pocas cosas. Esa sensación de *literalmente* escuchar tu corazón, no tiene comparación alguna. Y pocos días puedo pasar sin meditar, ya que día con día amanezco de peor humor, con menos paciencia, y sintiendo esa inquietud en mi pecho ante cualquier adversidad. No sé en que me habría convertido de no haber comenzado a hacerlo. Pero finalmente, la acepto como una necesidad. Y es que no es nada extraño que la gente viva impaciente, furiosa, aguardando la oportunidad para malinterpretar cualquier cosa, y convertirla en una ofensa; buscando el momento en el cual poder ofender a alguien, y así llenar ese vacío inmenso por unos segundos. En fin...

Así es, parece ser que ahora que el sueño universitario se me ha revelado como en verdad es, lleno de indecisión, inseguridad y especulación, comienzo a darme cuenta de algunos detalles interesantes. Me alejé de ti, porque creí que las cosas cambiarían en mi vida, porque creí que el que mis intereses cambiaran significaba que ibas a ser desplazada por un sueño intelectual. Falso, eso es falso. Me alejé de ti por eso, y porque la tormentosa vida que te habías creado, llena de agobio, preocupación, y un falso sentimiento de impotencia, me hacía débil. Me hiciste lo suficientemente débil como para creer que no podría continuar apoyándote. Y huí. Eras frágil, y me contagiaste. Siempre te admiré, por salir adelante ( a qué costo?) y por ser una persona con tan buenas intenciones para con todos, excepto para contigo. A veces me gusta soñar que eres feliz, y que nunca piensas en mí. Eso me reconforta.

Y que tal tú, que me amaste ( a tu manera) durante tres o cuatro días, con las olas del golfo de fondo; o tú, que lograste soportar mi soberbia, y mi falsa madurez, de la cual te convencí, durante más de medio año. Y qué decir de ti... juré que te amaba, y que sólo me habías enamorado con engaños. Ahora me doy cuenta de que nunca dejaste de engañarme. Interesante sería que tú fueras tú, y que pudiera decir de ti lo que pasó contigo, y haber hecho contigo lo que no hice con ti.

No hay comentarios:

Publicar un comentario