miércoles, junio 23, 2010
Territorio Comanche
"Nos pasamos la vida creyendo que nuestros esfuerzos, nuestro trabajo, lo que conseguimos a cambio de todo eso, son definitivos, estables. Creemos que van a durar; que nosotros vamos a durar. Y un día el cielo nos cae sobre la cabeza. Nada es tan frágil como lo que tienes , se dijo. Y lo más frágil que tienes es la vida." Pérez Reverte, Territorio Comanche, marzo 1999.
sábado, junio 19, 2010
Guerra.
Esta vez me encontraba en el campo de batalla, entre disparos y explosiones, gritos de agonía y de inocencia; en medio de la ciudad destruida por el persistente ataque extranjero. La discordante sinfonía de la guerra.
Muchas cosas cruzaban mi mente, tantas al mismo tiempo que no podía concentrarme en ninguna, dudaba incluso si la causa por la que luchaba era la correcta, por más obvia que pareciera. Esto era definitivamente una guerra civil. No podía no luchar por mi causa, o esa que creía mía.
Vestía de soldado, verde terrenal. Quizá no sepa manejar un arma, ni ubicar coordenadas con precisión, quizá no sea muy disciplinado; Vaya, quizá no pueda ni siquiera bañarme con agua fría, pero soy soldado, en un contexto diferente. No busco matar ni dominar ni poseer, sencillamente me alisto para un cambio. Y bien, sostenía un fusil entre mis manos. El arma para lograr mi cometido.
Intentábamos refugiarnos del fuego enemigo atrás de una gran roca, mis 4 camaradas y yo. Detrás de lo imperecedero buscábamos protección. Ahí encontrábamos alivio. Hay cosas difíciles de perturbar, de profanar, cosas sin forma ni cuerpo más resistentes que cualquier objeto sobre la faz de la tierra. Ahí detrás nos resguardábamos.
La guerra no concluyó. Y es de suponerse. Sigo en guerra como sigo de viaje.
viernes, junio 18, 2010
El Vuelo
El aeropuerto estaba sereno como nunca lo había conocido. Me traía a este lugar la necesidad de recoger mi pasaporte, requerido para emprender el vuelo que sentía cada vez más cercano. En fin... ahora lo tenía. Pensaba en lo fácil que había sido al comenzar el regreso a casa, sin imaginar lo que me esperaba.
Todo comienza cuando, mientras caminaba por la calle, una camioneta negra se detuvo a mi lado; un transporte desconocido, un atajo a mi destino. Al bajar el vidrio vi un rostro realmente hermoso, de mujer por supuesto. Rápidamente: cabello negro, lacio; ojos redondos y saltones, cafés como los míos; facciones finas y una presencia realmente sofisticada. Deberías ser muy estúpido para aceptar un aventón de un perfecto desconocido, pero doblemente estúpido si el perfecto desconocido es la belleza personificada. Acepté.
Se ofreció a llevarme hasta la escuela, a lo que accedí sin reparo. Estudiaba turismo, sexto semestre y estaba haciendo sus prácticas en el aeropuerto. Menuda casualidad: sin ser una experta en viajes, definitivamente sabía más que yo, que desconocía las tres preguntas básicas: A donde, cuándo y porqué. Aparentaba conocerme, lo que yo por supuesto sabía imposible. Todo siguió con una familiaridad inexplicable, como si la chica se dedicara a recoger gente y hacerla sentir cómoda mientras la llevaba de un lado a otro.
Al llegar a la escuela me percaté de que algo no encajaba, o que no podía encajar mejor. Me encontraba en la primaria, mi primaria. Raro, pues no dudaba que era el lugar a donde iba. Esta joven casi licenciada me había conectado con mi pasado, justo antes de emprender el vuelo. Hay ciertas cosas que nunca olvidas y siempre añoras, ser libre, ser niño, una de ellas. El lugar era gris, cemento y piedra; me sentía como en casa.
Caminando un poco me encontré con mi buena, buenísima amiga Alma. Mi guía turística me acompañaba, y resultaron grandes conocidas. Era de suponerse: alguna vez modelaron juntas, aunque esta etapa parecía ser sólo un recuerdo para mi casi licenciada. Alma no dudó en invitarnos a su cuarto, arriba en la escuela. Subí esas escaleras en las que tantas veces me tropecé y vinimos a dar a un lugar de lo más extraño: Pequeñísimo, paredes rosa mexicano, y una angosta cama de un verde opaco; jamás había visto tanto erotismo entre cuatro paredes.
¿Que hacía el cuarto más lúgubre y erótico jamás conocido arriba de una escuela, de mi escuela primaria?
Alma y ella parecían divertirse en grande, se sacaban fotografías y reían al verlas, mientras yo las observaba con cierto placer sentado en un pequeño sillón, hasta que recordó que tenía que estar de vuelta en el aeropuerto dentro de poco tiempo. Me pidió que la acompañará, acepté amablemente. Quizá era hora de que mi vuelo saliera.
Una vez en el aeropuerto pude distinguir por su vestuario a sus compañeros de prácticas, y entre ellos, una amiga mía que me saludó emocionada, con esto me distraje y la perdí de vista, supuse que había comenzado sus labores escolares. Subí a tomar algo a la cafetería, y me encontré con varios amigos, buenos amigos. Atrás de mi pude ver a un sujeto gordo, alto y malandrín. Procuré no prestarle atención. En medio de mis conversaciones el tipo me aventó una tapadera de whiskey Jack Daniels, lo ignoré las primeras 7 veces, sin embargo me sacó de mis casillas y lo amenacé, acto seguido rió y se me abalanzó. Mis amigos intentaron ayudarme pero no fueron suficiente, nos apaleaba a todos con relativa facilidad. En el forcejeo con un amigo pude divisar que el malandrín tenía un revolver, no pude preocuparme pues inmediatamente cayó este amigo por la ventana.
Corrí a socorrerlo. Oí un disparo pero no me alarmé. Afortunadamente quedó mi amigo colgando de un balcón. Después de un rato logré subirlo, y en ese momento pasó un piloto, con un bigote canoso cojeando y gritando "¡Ese pinche loco mi disparó!". Sin embargo se veía bien, puesto de que caminaba y parecía decidido a emprender su vuelo.
Comprendí que ese pinche loco no me detendría. Faltaba poco para que saliera mi vuelo. En realidad no les se decir a donde, ni cuando. No busqué a la muchacha, pues sabía que cuando necesitara un guía, me ofrecería un sensual aventón. Y que cuando el malandrín intentara dominarme, mi paciencia, mi inteligencia, mi astucia; mis amigos, serían más grandes.
jueves, junio 10, 2010
Girasoles
La niña corría por todas partes en el jardín, destilaba un júbilo hermoso: su papá le había regalado su vieja cámara fotográfica, no sin antes decirle que tuviera mucho cuidado en su aventura.
La niña salió de la casa sin poder disimular su felicidad, era lo que desde hace mucho había deseado, ese viejo armatoste que su padre cuidaba con tanto empeño. Su plan estaba formulado, iría al campo de girasoles: Le fascinaban los girasoles, pasaba horas y horas mirándolos: era, "en todo el planeta", su lugar favorito. Si quería leer, si quería dormir, comer, cantar, bailar; siempre lo hacía en su campo de girasoles, era un lugar mágico para ella, lleno de recuerdos y experiencias de su corta vida.
Así que comenzó con su sesión, cualquiera hubiera dicho que su plan era fotografiar todos y cada uno de los girasoles del campo, parecía que nunca terminaría su faena. La resolana le empezó a dar jaqueca así que decidió sentarse a descansar un poco. Justo antes de que dejara caer sus párpados vió un girasol que la dejó encantada, no era muy grande, era más bien pequeño; sus pétalos estaban todos perfectamente bien peinados, ni uno fuera de su lugar, y el centro era tan perfecto que parecía tener un gran y único filamento café.
Inmediatamente desenfundó su cámara y se arrodilló frente a la flor, comenzó a mirarla a través del lente, sumamente concentrada. Le preocupaba demasiado obtener la mejor foto posible de este bello ejemplar. Pasaban los minutos y no se decidía, hasta que repentinamente intentó presionar el botón, sin embargo alguien ya lo había apretado.
Pasaron las horas y no llegaba a su hogar, su papá se preocupo y decidió ir en su búsqueda, sabía en donde estaría así que no dudó en emprender el camino. Al llegar al campo sólo encontró su vieja cámara, y comenzó a llorar. Días transcurrieron y no perdía la esperanza, incluso reveló el rollo para intentar encontrar alguna pista de el paradero de su pequeña, sin embargo el rollo contenía una única foto:
La impaciente felicidad de su niña en la foto lo conmovió por un instante, seguido por un llanto doloroso. Comprendió que no la encontraría, o más bien, comprendió que ya la había hallado.
lunes, junio 07, 2010
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