-Julio, ¡levántate!, gritó una voz femenina.
Al abrir los ojos me di cuenta que era Mariel, y antes de que pudiera exclamar palabra alguna, y viendo mi cara de asombro, dijo:
-Ya sé, ya sé. El viejo siempre exagera... pasa todo el tiempo.
Al intentar levantarme se empezó a tambalear, y con la mirada perdida cayó desmayada. Después del ruidoso estruendo de su caída, vinieron unos segundos de silencio. Recapacité, y la llevé inmediatamente con mi tío, quien se encargó de ella.
Me contó que esto pasaba seguido, tenía cáncer desde hace 4 años, pero últimamente había empeorado.
Me quedé acompañando a mi tía en lo que Toño iba a hacer unos quehaceres.
-Me imaginaba un poco distinto nuestro reencuentro, dijo entre risas, sé que te preguntas en donde están mis hermanos, la familia cercana, y que no comprendes porqué eres tu el que está aquí. Eso lo sabrás después, así que no te impacientes. Consigue unas botas y unas espuelas, te veo en el establo en quince minutos.
Muchas cosas pasaban por mi cabeza. Botas, espuelas, establo, ¿caballos? Estaba aterrado. Se había desmayado intentando levantarme ¿y quería montar a caballo? Estaba también confundido, en efecto, todas las preguntas que supuso que rondaban mi mente no me dejaban en paz. Me apresuré a ir por las botas, y después de una ligera perdida, llegué al establo.
.....................
Ya estaba ella montada en el caballo, cualquiera que desconociera la situación, le sería imposible adivinar lo que le pasaba.
-Supongo que tu papá te enseñó a montar ¿no?
-Claro, sino no podría decir que soy un Navarro.
Ambos reímos, y comenzamos a cabalgar.
Comenzó a mostrarme toda la hacienda, y conocí la historia de la misma. Esta había sido dada a mi abuelo como regalo de bodas. En este lugar vivió hasta su muerte a partir de ese momento. Hicimos una pausa, y comenzó a hablar.
-Esta hacienda ha sido mi hogar por mucho tiempo, está en ella la filosofía de la vida, la cosecha de mango no es siempre buena, sin embargo el ganado, los viñedos y el maíz la compensan; ella es Kiara, si por ella fuera, estaría corriendo libre en las montañas, con otros caballos salvajes. Sin embargo me obedece, y yo me encargo de que viva bien, y así ella no es mi esclava sino mi compañera. Esa es mi relación con la hacienda; Mira los encinos, que abundan aquí. De ellos no obtengo nada material, bien podría talarlos, pero nada me produce semejante placer, que verlos bailar con el viento. Y así cada una de las cosas que vez aquí, analogan con la vida, todo lo que sé, lo sabe la hacienda, más nunca sabré todo lo que ella sabe.
La segunda conversación seria que tuve con mi tía, bastante más productiva que la primera. Quedé sorprendido por su profunda reflexión, sin embargo lo sabio de sus palabras no me correspondían. Era evidente que el tiempo se le acababa. Empezaba a conocer la profunda relación que tenía, no con la hacienda, sino con la vida. Era una persona analítica y profunda.
Llegó la noche, y de vuelta en la casa cenamos pan y leche.
-Descansa bien, que mañana te espera un día duro.
-Descanse usted tía, que aunque parezca que no, lo necesita mucho.